La nación iinia (awajun) está en las regiones de Amazonas, Loreto, Cajamarca, San Martín y Ucayali con una población de 37,690 según el Censo 2018. Las y los iinia venimos de una tradición donde las relaciones entre aents (gente) son efectivamente horizontales, de respeto y valoración mutua. Las diferencias individuales enriquecen a nuestra sociedad en la búsqueda del shiig pujut o el buen vivir, que es la convivencia en armonía entre los aents y la naturaleza. 

En la sociedad iinia, la nuwa (mujer) ocupa un rol muy importante ya que es poseedora de las sabidurías y conocimientos milenarios de nuestra cultura, muchos de estos conocimientos son exclusivos como los relacionados a la agricultura, la alimentación, la salud, el arte, el anen (cantos mágicos) y demás; un legado transmitido de madres a hijas de generación en generación.

Somos una cultura que tiene los roles definidos, roles que de ninguna manera representan jerarquías sino complementariedad en el camino hacia el buen vivir. La mujer es independiente en el ejercicio de sus roles. Ella, heredera del espíritu kakajam (fuerza y valentía) de sus ancestros, ha resistido a los grandes retos históricos que le ha tocado vivir, retos que han generado grandes cambios culturales rompiendo, muchas veces, la esencia de la horizontalidad de las relaciones, el respeto por el ser y la identidad originaria.

¿Cómo se produce esta ruptura del sistema de vida y la educación propia?

Las sociedades originarias han pasado por grandes cambios desde la llegada de la colonización. Nuestros muun (sabio/a), defensores de la libertad y la vida, resistieron con valentía las invasiones incas y españolas. No nos dejamos someter, y hasta ahora vamos resistiendo a las agresiones coloniales que vulneran nuestro derecho a una vida plena y digna.

Estos grandes cambios se generan por los factores exógenos que llegan en dominancia, afectando la estructura social y nuestra identidad originaria. En ese contexto, la mujer es, muchas veces, la que se ha llevado la peor parte.

Los principales factores que causan esta ruptura, estableciendo un mundo desigual y de exclusión, son principalmente la evangelización, la educación colonial, la expropiación territorial, el extractivismo (minería, hidrocarburos, forestal y de conocimiento), las relaciones de intercambio y la llegada del ejército.

1. La evangelización colonialista ha sido uno de los responsables de extirpar nuestra identidad. Nuestra cultura “pecaminosa”, “oscura”, “salvaje” nos llevaría al infierno razón por la cual debíamos asimilarnos a la fe cristiana. Entonces, recorrer el camino sagrado del datem (ayahuasca), el yaji, el toé y el tabaco, plantas sagradas con la que obtenemos la visión de nuestro camino, se volvieron “malignas”. Lo mismo pasó con el masato, nuestra bebida tradicional ancestral, la base de nuestra alimentación, preparado exclusivamente por las mujeres, siendo reemplazado por las bebidas azucaradas y la cerveza, en muchas familias en la actualidad.

Gracias a la evangelización, nuestro sistema de justicia consuetudinario se deja en manos de “dios”. Lo mismo pasa con las violaciones a las niñas y niños, la violencia física y psicológica hacia la mujer, las contaminaciones ambientales y toda vulneración sistemática. La iglesia toma un rol predominante por encima del bienestar colectivo.

El ser kakajam es reemplazado por un ser lleno de culpas y temores. La mujer queda sometida al hombre por principio bíblico donde él es la “cabeza”, una estructura patriarcal se impone.

2. Alrededor de los años 50 el Estado introduce el sistema educativo en alianza con el Instituto Lingüístico de Verano (ILV) y la misión jesuita, ellos son los responsables de ejecutar la consigna colonizadora: “En lo que toca a los gobiernos, la misión de las misiones es la socialización política: aliviar la opresión, enseñar a los nativos que ahora pertenecen a Ecuador o al Perú, fomentar nuevas formas de liderazgo y economía que los aten a la sociedad nacional, y minimizar su resistencia a la colonización”. (Stoll 1985, pag. 150)

A la firma del convenio del Ministerio de Educación y estas instituciones que responden al modelo de vida occidental y cristiano, se instala en nuestro territorio la educación colonialista monolingüe el cual nos hizo creer que nuestra filosofía de vida, nuestros conocimientos, nuestro idioma, y todo sistema propio era inferior. Una educación alienadora, que anula e invisibiliza las riquezas propias de las múltiples culturas en nuestro país.

La lectura, la escritura y el aprendizaje de la lengua dominante cobran importancia porque se volvieron indispensables para el desenvolvimiento en una nueva estructura de relaciones sociales, comerciales y políticos. Las madres y los padres que tradicionalmente enseñaban los principios y valores culturales quedan relegados y pierden su función educativa. Esto conlleva a una ruptura de la relación del hombre y la naturaleza y su relación espiritual de respeto.

3. El sistema del shiig pujut está relacionado con nuestro territorio. Actualmente grandes extensiones de propiedad ancestral están concesionadas a la industria minera y petrolera. El Estado no tiene voluntad política de reconocer los territorios integrales de propiedad milenaria. Esto pone en riesgo nuestro derecho a una vida digna y plena.

4. El extractivismo minero, petrolero, forestal, nos ha traído contaminación en todo sentido. Contamina las relaciones de familia generando divisionismo y conflictos. La trata de mujeres, niñas-niños y la prostitución, son las consecuencias más allá de la contaminación ambiental y ha sido el principal canalizador de las enfermedades de transmisión sexual.

5. Los intercambios se hicieron a través de los comerciantes y los “parjun” (patrón), personas que imponen la explotación, la sumisión, el racismo y la discriminación. Escribir, leer, sumar y aprender su lengua fue un mecanismo de defensa contra estos intermediarios que normalmente los estafaban.

6. Históricamente y hasta en la actualidad hay bastante apropiación cultural y lingüística. Somos vistos como "objetos de estudio" y gracias a ello, quienes nos estudian, obtienen grados de estudio, escriben libros y se consideran expertos en nuestra cultura mucho más que nosotros. Los libros, las fotografías, las producciones audiovisuales nunca vuelven a las comunidades.

7. La llegada del ejército fue terrible. Muchas mujeres fueron violadas, aún con bebé en brazos, mientras encañonaban al esposo y la familia. Nadie les hizo justicia.

Este proceso histórico ha internalizado las prácticas coloniales normalizando la desigualdad, la exclusión, la discriminación y el racismo en la cultura iinia y, en las más de 55 naciones originarias que no han sido ajenos a esta práctica sistemática.

¿Cómo hacer para enfrentar estos cambios?

En un contexto de dominación colonial que ha quebrado los principios culturales, la mujer sigue con sus roles definidos, pero ya no se le da el mismo valor. No se la mira con la misma capacidad al igual que el hombre para enfrentar retos y buscar soluciones.

Del mismo modo, la falta de educación sexual desde la perspectiva cultural, hace que crezcan los embarazos adolescentes motivo por las que los padres no quieran invertir en educación porque la niña “saldrá embarazada”.

Si bien es cierto que culturalmente no se permite la violencia hacia las mujeres, y de suceder la mujer se apartaba de su agresor y tenía todo el apoyo de la familia, esto se invierte y se ve hombres que violentan física y psicológicamente a las mujeres y se tiene una total indiferencia hacia la violencia. Se escuchan frases como “qué habrás hecho”, “te lo mereces”, y demás.

Se perdió la justicia propia y aunque se tiene conocimiento del derecho consuetudinario esperamos sentados que otros vengan a darnos la solución, esos otros son la justicia divina o la occidental que tardan, y pueden llegar como que no. En caso apliquen la justicia propia, son los hombres quienes toman las decisiones. Por ejemplo, cuando violan a una niña argumentan: “pero si para eso está hecho”, y si violan a un niño dicen “seguro era maricón”, como lo cuenta la maestra L. Akintui, profesora del Colegio Fe y Alegría N° 55.

Entidades gubernamentales y no gubernamentales han entrado a la sociedad iinia con el fin de empoderar a las mujeres, principalmente en derechos, pero este proceso no es eficaz porque viene propuesta desde una realidad occidental y el intento de empoderamiento trae más problemas sociales acentuando los problemas de género.

En medio de este caos es necesario nombrar el trabajo que vienen haciendo las mujeres por la defensa del territorio y la vida, mujeres waimaku (que encontraron la visión), que luchan desde sus comunidades por una vida digna, por el buen vivir; que se pararon a hacerle frente al colonialismo y resisten orgullosas cada día.

Del mismo modo, hay mujeres que trabajan en el fortalecimiento cultural a través del arte de la cerámica y la elaboración de accesorios ancestrales en el Cenepa, Nieva, Marañón, San Ignacio, y Alto Mayo. Asimismo, tenemos mujeres que se apropian de la tecnología y usan el espacio en internet para difundir nuestras tradiciones culturales, nuestro idioma, los nampet (cantos) y todo lo relativo a nuestra riqueza. Tenemos maestras que realmente se fajan por la educación intercultural con todos los retos que esto implica.

La respuesta a los grandes problemas culturales y de género, consecuencia de la colonización, están en la educación propia basada en los principios y valores de nuestra cultura. El individuo, la familia y las organizaciones deben unirse en el ejercicio de la decolonización, en esta unidad reside la fuerza para generar los cambios.

Juju tsawanta duwi nuwa kakajam aidaun kumpamjai. Nuwa iina nugken jetemjin aidaun, shiig pujutan chichamjin aidaun. Iina pujuti, iina dekati, iina chichame kajimatkishmau ati. Kakaaja jetemjukagmi. (Saludamos a las mujeres valientes que luchan día a día por una vida digna. Mantengamos viva nuestra sabiduría, cultura e idioma. Resistamos siempre)